Lourdes • Fátima • Guadalupe • Sábana Santa • Librería
MILAGROS DE LOURDES
SÁBANA SANTA
OTROS SANTUARIOS
VIRGEN DE GUADALUPE
MEDIA
LIBRERÍA

Milagro en Knock

Por Paul Glynn

Agustín decía que Dios está haciendo milagros todo el tiempo—Cuando observamos las maravillas de la naturaleza, nuestros cuerpos o simplemente nuestros ojos, descubrimos multitud de milagros. Pero por desgracia, tendemos a perder nuestro sentido del asombro. De vez en cuando, decía Agustín, Dios hace un milagro de un modo extraordinario y sorprendente. Las curaciones milagrosas son sorprendentes y alentadoras, igual que encontrarse con sus destinatarios. He descubierto que hay en estas personas una alegría y ternura, una sencillez y humildad.

Encontré estas cualidades cuando conocí a Marion Carroll en Athlone, a setenta y cinco millas al oeste de Dublín.

Nació como Marion McCormack en 1951 en esta misma ciudad, junto al Río Shannon. Sus padres no fueron muy afortunados. Cuando todavía era una niña pequeña, tuvieron que ir a trabajar a Inglaterra, dejándola con sus parientes. La tuberculosis era un asesino temible entre los pobres de Irlanda en los años cincuenta y Marion la contrajo cuando tenía solo siete años. Se la envió al sanatorio de Peamount en Dublín, y los médicos notificaron a su familia que su vida estaba en grave peligro. Su padre, que solía leer a sus hijos la vida de los santos, dirigió las oraciones de toda la familia a la Virgen María. La pequeña sobrevivió, y a pesar de sus escasos recursos, hizo construir una gruta como la de Lourdes en Athlone en agradecimiento a la Madre de Dios, convencido de que la intercesión de la Virgen había salvado la vida de Marion. La niña desarrolló un vínculo especial de oración con la Virgen.

Marion no era muy amiga de los libros de texto. Al terminar la educación obligatoria a los catorce años, dejó la escuela y pasó la adolescencia trabajando en una fábrica, de dependienta y como camarera. Perdió su corazón por las canciones de Elvis Presley y su madre llegó a preguntarse si sus cuadros desplazarían las imágenes del Sagrado Corazón y la Virgen María en las paredes de su dormitorio. Pero no lo hicieron.

Luego llegó un soldado irlandés pelirrojo que sacó a Elvis de su mente. Conoció a Jimmy Carroll en un baile en diciembre de 1970 y se enamoró “de verdad, locamente, profundamente”.

El salario de un soldado irlandés no era muy alto en esos días, así que Jimmy tuvo que trabajar duro para conseguir el dinero suficiente para alquilar una casa. Luego le preguntó a McCormack si podía casarse con su hija. Sin embargo, la alegría de Marion se terminó poco después de la boda, cuando Jimmy tuvo que ir de servicio con las fuerzas de paz de las Naciones Unidas a Chipre.

Su enfermedad

Su primer hijo, Anthony, nació en 1973, y poco después comenzaron los problemas de Marion. Al principio, no le dio importancia, ya que había oído que muchas madres tenían problemas postnatales. Además de gran cansancio, tenía sensación de hormigueo y pinchazos en una pierna, y también ataques con un dolor intenso. Cuando Anthony tenía diez meses de edad un día que se acercó a la cuna terminó cayendo sobre ella. El médico diagnosticó que tenía hernia discal y puso su pierna en tracción durante varias semanas. No hubo mejoría, y su cansancio crónico aumentó en intensidad. Empezó a tener desmayos temporales. Cuando un pariente suyo suelto de lengua despreció sus quejas como una cosa de “nervios y fingimientos”, Marion decidió mantener sus problemas para sí misma. Tampoco se le dijo a Jimmy, que se encontraba en el ejército.

Por el tiempo del nacimiento de Cora a finales de 1976, Marion era a menudo inestable y le costaba mantener el equilibrio. Solo abrazaba a Cora poniéndola en la cama, para no dejarla caer. Había dado a luz a ambos niños por cesárea y sospechaba que esto era la causa de su debilidad física y el creciente sentimiento de sentirse como un harapo. Sufría frecuentes dolores de cabeza, y su visión había comenzado a fallar.

En el funeral del padre de Jimmy, Marion tuvo un desfallecimiento y se cayó al suelo. La llevaron al hospital Tullamore. Cuando abrió los ojos, lo veía todo borroso y los colores se le entremezclaban. Su audición era muy débil. El médico le sugirió que fuera a Dublín para hacerse una exploración cerebral y que también se le observara una infección renal. Era 1978.

Después de que Marion fuera hospitalizada y examinada por un neurólogo, se llamó de improviso a Jimmy de sus cuarteles en Cork al hospital. El neurólogo quería que fuera él mismo quien le diera la noticia a Marion. Jimmy escribió las temidas palabras en su mano con un bolígrafo. Tan pronto como llegó Jimmy al lado de su cama, Marion supo que algo andaba mal. Jimmy no se iba a ir y trató de tranquilizarla, pero ella notó que tenía algo escrito en su mano. Tal vez Jimmy la miró inconscientemente. Mientras trataba de apartar la mano, Marion la sostuvo y pudo leer “ESCLEROSIS MÚLTIPLE”.

El autor irlandés John Scally escribió un libro, “Marion: A Modern-Day Miracle”, en el que detallaba el constante declive de Marion a lo largo de los años desde 1978, cuando le diagnosticaron esclerosis múltiple hasta su curación en Knock en 1989. Es una lectura triste, donde narra cómo su cuerpo se fue deteriorando progresivamente hasta verse obligada a andar con bastones y paso tembloroso. Jimmy tenía una fe sencilla pero sólida sobre las enseñanzas de Cristo y lo que significan los votos matrimoniales. Cuidaba de Marion en casa, la llevaba regularmente al hospital y a especialistas y trataba de alentarla con la esperanza de los últimos avances. Cuando su mano temblaba ya demasiado para sostener una taza de té, la dio pajitas.

En 1983, los Carroll regresaron a Athlone, y el Dr. Patrick O'Meara se hizo cargo de su caso. Consiguió aumentar su estado de ánimo y también el de Jimmy con una excelente ayuda médica y con unos valores profundamente espirituales. En 1988 aumentaron el dolor y la debilidad en las piernas de Marion, y tuvo varias caídas. El doctor O'Meara la ingresó en el Hospital Athlone. A partir de ahora, dijo, tendría que estar permanentemente en cama o en silla de ruedas. La infección de los riñones volvía a dar problemas, tenía mala articulación en el habla y los músculos de la garganta se iban contrayendo gradualmente. Ya no podía mantener la cabeza erguida, así que en agosto de 1989 el Dr. O'Meara la puso un collar quirúrgico. Ahora era doblemente incontinente. “Estaba en una etapa en la que ya no me quedaba dignidad”, dijo. “La esclerosis múltiple me la había quitado.” Por entonces tenía que ser atada a la silla de ruedas para que no se cayera. Había perdido el uso de ambas piernas, estaba ciega del ojo derecho y tenía visión parcial en el izquierdo. Como ya no tenía fuerza para morder y los músculos de su garganta se habían deteriorado, le tenían que licuar toda la comida para que la pudiera sorber a través de una pajita. El Dr. O'Meara la estaba tratando por problemas de riñón, tiroides y una hernia de hiato.

La devoción de Jimmy y el Rosario familiar eran rayos en su oscuridad, dijo Marion. Habían tenido que vender el coche que Jimmy había comprado varios años antes para poder pagar las facturas médicas. Jimmy la llevaba a Misa en su silla de ruedas, a milla y media de distancia.

Marion tenía un gran anhelo de ir a Lourdes, pero las precarias finanzas de la familia no lo permitía.

La Peregrinación—El Milagro

A principios de septiembre su amigo Gerry Glynn, un conductor local de ambulancia, llamó y dijo que estaba libre el domingo, 3 de septiembre. “¿Qué tal si la llevo a Knock en la ambulancia?” Ella dijo que no, no se sentía capaz de hacer un viaje de sesenta millas. Además, el Dr. O'Meara le había dicho que estuviera preparada para una importante operación renal la siguiente semana. Pero Jimmy y Gerry dijeron que el viaje a Knock la ayudaría. Argumentaron persuasivamente, y aunque en contra de su idea inicial, aceptó. De cualquier modo, sentía que pronto iba a morir.

Gerry la ató a la cama en su ambulancia, metió la silla de ruedas plegada y se puso en marcha. Debido a su estado, condujo cautelosamente. El viaje le costó mucho más de lo que Jimmy y Gerry habían previsto. Marion me dijo que, siendo incontinente, estaba hecha un desastre cuando llegaron a Knock. Judy Coyne, fundadora y directora de las Siervas de Knock, me dijo que ella ayudó personalmente a limpiar a Marion. “¿Te acuerdas de Marion Carroll?”, le pregunté en 1997. “¿La recuerdas? ¿Cómo podría olvidarla?”, dijo. “El conductor de la ambulancia la trajo a nuestro centro porque estaba en un estado terrible. Mientras la limpiaba, me di cuenta que sus piernas estaban paralizadas, y no tenía fuerza en las manos. Estaba ciega de un ojo y con el otro veía borroso. Sus palabras eran confusas y casi ininteligibles. He visto a muchos enfermos y moribundos aquí en Knock. ¡Tenía serias dudas de que volviera viva a Athlone!”

Judy Coyne, todavía enérgica a pesar de su edad, ordenó que Marion descansara en el centro de las Siervas hasta que comenzaran las ceremonias. Luego la llevaron en silla de ruedas y atada con una correa a la Basílica, justo enfrente de la estatua de la Virgen de Knock.

Marion continuó la historia:

Levanté la vista y pensé que la estatua era la más hermosa y acogedora que había visto. Sabía que me moría, y que mis hijos necesitaban una madre.

Sobre todo estaba triste por Jimmy. Habíamos estado casados ​​diecisiete años, y la mayor parte de ese tiempo había tenido que cargar con una esposa enferma. No pude poner en orden mis pensamientos. Quería tratar de expresarlos a otra mujer, a otra madre que lo entendiera. Así que miré a Nuestra Señora y le dije: “Tú también eres una madre. Ya sabes lo que siento por dejar a mi marido y a mis hijos”. No era una oración, tampoco un alegato, era solo una mujer conversando con otra. Entonces la supliqué que cuidara de Jimmy y de los niños, y les diera la gracia de aceptar mi muerte como la voluntad de Dios.

Cuando el obispo Colin O'Reilly concluyó el Rosario y las oraciones por los enfermos, encabezó a un grupo de sacerdotes para ungir a los enfermos, incluyendo a Marion. Me estaba contando esta historia en su casa de Athlone con Jimmy a su lado sin decir una palabra, sonriendo en voz baja. De pronto se animó y dijo:

Entonces recibí la Eucaristía y tuve un tremendo dolor en los talones, que era muy inusual. A continuación, el dolor desapareció, y también lo hicieron los otros dolores de mi cuerpo. Luego siguió otro Rosario y la bendición final de los enfermos. Fue en este momento cuando experimenté este sentimiento magnífico, una sensación maravillosa como una brisa susurrante diciéndome que estaba curada, que si se aflojaran las correas podría levantarme y caminar. Siendo práctica, lo descarté. Sabía que si le pedía a alguien que me desatara, la enfermera que me había ayudado en la clínica de las Siervas no lo permitiría.

Pensé que Jimmy siempre me solucionaba las cosas, así que se lo pediría al llegar a casa. Entonces me vino un molesto pensamiento: si estoy curada aquí en Knock y permanezco pasiva, igual se me retira la gracia.

Justo entonces mi amiga Nuala me vino a saludar. Le pedí que me desatara y me puse de pie. Habían pasado tres años desde la última vez que lo había podido hacer. Mis brazos y mis manos habían vuelto a la normalidad, mi cabeza no se ladeaba, y el horrible balbuceo en mi habla había desaparecido.

Me llevaron de nuevo al hogar de las Siervas, y la Sra. Coyne me sentó. Le dije que estaba curada. “¿Ves con claridad?”, me preguntó. Dije que sí, y me entregó una copia del Anuario de Knock publicado por las Siervas. La impresión era clara, y leí la primera línea de la página: “¿Por qué el Rosario es tan poderoso?” Dejé de leer y le dije emocionada: “Esa es nuestra oración. Esa es la oración de nuestra familia y nuestra casa. Me mantiene en los momentos más oscuros”.

Marion terminó de leer el artículo en voz alta. Fue una alegría que le dieran una taza de té y poder mantenerla firme y beberla sin pajita. El difunto marido de Judy Coyne, el juez Liam Coyne, había escrito una historia sobre Knock con descripciones de los milagros del santuario, así que le pidió una serie de detalles a Marion para una futura referencia.

Después del milagro

Gerry Glynn había dejado Athlone a las 9 de la mañana y ya eran casi las 6 de la tarde. Pensó que ya era hora de llevar a Marion a casa, para que no se agotara. “Me senté derecha durante todo el camino a casa en la ambulancia, ni siquiera me incliné hacia atrás”, dijo. Tiene un agudo sentido del humor y decidió dar una sorpresa a Jimmy, pidiéndole a Gerry que la sacara de la ambulancia en su silla. Mientras Gerry la movía en la silla, Jimmy preguntó: “¿Qué tal en Knock?” Ella respondió impasible: “Ah, bien. Ciertamente, ¿por qué alguien se molestaría en ir allí?” Entonces, cuando llegaron al patio, se levantó de la silla y dijo: “Mira, Jimmy, puedo caminar”. “Oh, Dios, Marion, ¡No lo hagas!”, dijo Jimmy, “me acerqué y le rodeé con los brazos, y nunca vi a un hombre llorar de esa manera”.

Contactaron con el Dr. Patrick O'Meara por teléfono. Temía que estuvieran exagerando, que estaba experimentando solo una euforia temporal debido al fervor en el santuario de Knock. Fue el día siguiente y se quedó perplejo.

Los músculos de las piernas de Marion después de tres años sin uso debían estar atrofiados y no la deberían permitir caminar, pero estaba caminando. Su catéter había estado drenando pus y sangre debido al riñón que tenía que operar esa misma semana. Ahora estaba limpio. “Marion, estabas muy enferma cuando te vi el viernes”, dijo el doctor. “Ha ocurrido algo maravilloso. Nunca lo había visto antes. ¿Qué hacemos ahora?”. Finalmente sugirió ir sobre seguro—“Quédate en la cama mientras te superviso durante unos días”. Tres días después, estaba de acuerdo que podía olvidar la cama y la silla de ruedas. “Mantén el catéter”, dijo sin embargo. A veces se necesita una operación para quitar uno que ha estado tanto tiempo.

Dos semanas después, el Dr. O'Meara la avisó de que iba a enviar a la enfermera para quitarle el catéter. Marion se puso aprensiva. ¿Podría ser un problema? ¿Podría la curación ser parcial y temporal? “Cuando no sé qué hacer, rezo el Rosario, y es lo que hice”, dijo. “La enfermera vino y retiró el catéter, y todo fue normalmente. Nunca he tenido problemas de riñón desde entonces. Tampoco he tenido ningún otro dolor. Desde mi experiencia de Knock en 1989, no he tomado ni una aspirina”.

Había leído y escuchado mucho sobre Marion Carroll antes de conocerla. Instada por su capellán, el obispo Cohn O'Reilly, Marion ha aceptado invitaciones en Irlanda y en el extranjero para contar la historia de su curación. El obispo y Marion tienen la esperanza que estos encuentros públicos puedan contrarrestar en algo los fuertes mensajes que recibe la sociedad moderna en contra del evangelio. Me he reunido con gente que la ha oído y está encantada con su sencillez y falta de pretensión. Una revista estadounidense la llevó en portada y dedicó una página completa a su curación en noviembre de 1994. Una estación de televisión en Australia le dedicó un programa. Justo antes de emprender mi viaje alrededor del mundo para encontrarme con estos casos de curaciones milagrosas, leí un gran artículo sobre ella en el Irish Sunday Tribune del domingo del 6 de abril de 1997. Todo esto me preparó para una maravillosa y exhaustiva entrevista con Marion y Jimmy en agosto de 1997. Su hogar y sus vidas han sido alegres pero austeros. Ha ido a dondequiera que se le ha requerido para contar su historia.

Jimmy ha ido con ella como un apoyo silencioso tan a menudo como le ha sido posible. Después de terminar todas mis preguntas, ella dijo: “Claro que me canso de hablar y viajar. Pero rezar ante el Santísimo Sacramento restaura mi energía. La oración es la verdadera respuesta a todos nuestros problemas. Me entristezco cuando me encuentro con sacerdotes que parecen tan ocupados que no encuentran tiempo para la oración. Estoy segura de que es por eso que hemos tenido escándalos sexuales de sacerdotes. Hace poco me encontré con un sacerdote que se quejaba de soledad, sugiriendo que el celibato era el problema. Le dije que estaba equivocado y que resolvería su problema con una vida de oración más profunda. ¡No le gustó mi respuesta!”

Cuando me senté en el tren de regreso a Dublín, sabía por qué la gente me había dicho que Marion se ganaba a la gente con su discurso directo y su negativa a dispensar “gracia barata”. Me acordé del abogado y periodista Patrick Marnham. En su libro Lourdes, dijo que entre los peregrinos vio “la religión del pueblo ... que desafía a ese catolicismo dominante del intelecto, esa fe sutil, contemporizadora, académica ... en lugar de la fe firme de aquellos que Cristo vino a salvar”.

Marnham ha visto ya demasiadas mentiras, hipocresía y su promoción en los medios como para no ser algo cínico con la situación actual de nuestra sociedad. En Lourdes descubrió un mundo diferente, ¡si se le disculpa algunos ataques de irritación con las inevitables debilidades humanas de algunos peregrinos y nativos de Lourdes! Escribió sobre “la intensa felicidad que se refleja en las caras de los enfermos”, que han descubierto en Lourdes que el sufrimiento tiene “sentido”. La Gruta de Lourdes, “una vez la desolada escena de visiones fantásticas ... ha sido responsable de la salud o la felicidad de miles de enfermos incurables y el consuelo de millones de sus acompañantes sanos”. Para muchos, Lourdes y santuarios semejantes como Knock, se han convertido en “una experiencia directa del poder divino ... y un apasionado regreso a las certezas”. Marnham ha escrito buenas páginas sobre los exigentes exámenes llevados a cabo por la Oficina Médica para establecer si una curación es milagrosa. Citando al cardenal Newman: —“Un milagro no es un argumento convincente para alguien que es deliberadamente y por principio un ateo”— menciona casos de médicos que por principio se niegan a estudiar milagros de Lourdes.

René Scher, de dieciséis años, llegó de peregrinación a Lourdes en 1966 desde el noreste de Francia. Había sido ciego desde la infancia, como consecuencia de una mala operación. Cuando el Obispo Fox de Wrexham (Inglaterra occidental) bendijo a los enfermos con el Santísimo Sacramento, René Scher recuperó la vista. La Oficina Médica de Lourdes lo confirmó ese mismo día. Sin embargo, los médicos del instituto de Metz para ciegos donde había residido René rechazaron las solicitudes formales que les llegaron de la Oficina Médica para documentar el caso. No ha habido pocos casos similares en los que los médicos, debido a su ideología de que los milagros no pueden suceder (¿fe al revés?), han rechazado toda cooperación con la Oficina Médica en la investigación de una presunta curación.

La Enciclopedia Collier califica a Blaise Pascal como “uno de los más grandes intelectos del siglo XVII”. Dejó su huella en las ciencias seculares—fue pionero en las leyes de la hidrodinámica y la hidrostática, inventó la jeringa y la prensa hidráulica, perfeccionó el barómetro, construyó la primera máquina de calcular de occidente y dio el teorema de Pascal a las matemáticas. Sin embargo, abandonó todos estos estudios en busca de la “verdad absoluta”. Estaba convencido de que lo experimentó el 23 de noviembre de 1654, cuando escribió en una pequeña hoja que todavía llevaba consigo a su muerte en 1662: “Fuego. Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. No de filósofos y eruditos. Certeza, certeza, alegría de corazón, paz. Dios de Jesucristo”. Después se entregó a la oración, a escribir y a debatir con un solo propósito, conducir a otros a esta fe. Dijo que para encontrar la verdad absoluta hay que agregar algo vital a la investigación científica. Señaló que la mente humana, no importa cuán científica sea, puede ser totalmente retorcida y egoísta. Necesitas un corazón honesto para encontrar las verdades más profundas. Y agregó: “El corazón tiene razones que la razón no conoce”.

Decepcionado con los motivos esgrimidos por algunos con quienes mantuvo controversias, escribió en Pensées: “Hay suficiente luz para los que desean ver, y suficiente oscuridad para los que no lo desean”.

Algunos días después de entrevistar a Marion, fui a Knock. Era un día tempestuoso, las ráfagas de viento arrojaban la lluvia sobre nuestras caras. Pero esto no detenía a los peregrinos que caminaban en grupos alrededor de la iglesia de las apariciones. Con las cabezas inclinadas reverentemente bajo los paraguas, iban recitando el Rosario. Monseñor Grealy me recibió muy calurosamente, respondió a mis preguntas y dispuso para que entrevistara a dos personas estrechamente asociadas con la cura de Marion. He escrito sobre la primera, Judy Coyne.

El segundo fue el Dr. Diarmuid Murray, a cargo de la clínica del santuario. Le pregunté su opinión sobre el caso de Marion. “Cuando estaba enferma en los años setenta y ochenta no teníamos la nueva prueba para identificar a la EM de un modo absoluto”, dijo. “Algunos médicos han dicho que no la tenía, ¡aunque ninguno de ellos la examinó! Para mí y para su propio doctor, el Sr. Pat O'Meara, que por cierto, es un amigo de la escuela de medicina, poner un nombre absolutamente exacto a los síntomas físicos no es lo principal. Los médicos han ido definiendo y delineando las enfermedades gradualmente. No tengo duda, ni tampoco el Dr. O'Meara, que la recuperación instantánea de Marion Carroll se encuentra más allá de toda explicación médica”.

Había un famoso político australiano de quien un comentarista decía, “si usted lo acusa, por ejemplo, de robar su propiedad, él responderá severamente, ‘¡pero su perro tiene la rabia!’ Lo hará con tal beligerancia que antes de que usted se dé cuenta, la discusión habrá pasado de su propiedad al perro y la rabia”. Veo que algo similar sucede con los ataques a los milagros modernos. Se arrojan palabras e ideas en relación con todo tipo de asuntos, excepto el hecho mismo de lo inexplicable de la curación instantánea.

LDVM
Healing Fire of Christ
Reflections on Modern Miracles
Fr. Paul Glynn
Publicado por Iñaki Gonzalo | Diciembre de 2016
OTRAS PÁGINAS