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Milagros de Lourdes / Marie Bailly

Por Dr. Boissarie

La curación de Marie Bailly es una de las más interesantes que hemos presenciado. Es especialmente interesante desde un punto de vista científico. Es imposible encontrarse con una investigación hecha con un procedimiento más riguroso y confiable. Durante los últimos tres años esta mujer estuvo bajo tratamiento en los hospitales de Lyons y Sainte-Foy, siendo atendida por ocho doctores que nos han dado su testimonio. Uno cuyo talento e imparcialidad se encuentra fuera de toda duda se incorporó al tren de los peregrinos, manteniendo siempre un ojo sobre la mujer enferma. En Lourdes la siguió al hospital, a la gruta, a los baños, a todos lados.

Es testigo de su curación, presencia hora a hora, minuto a minuto, los cambios que tienen lugar ante sus ojos. Es una especie de resurrección la que describe como un hombre de ciencia, descartando de su mente y de su pluma comentario alguno, anotando uno a uno todos los síntomas que observa; esa respiración discontinua que gradualmente se convierte en regular, ese corazón agonizante que comienza a latir rítmicamente, esas mejillas azuladas que adoptan un color rosado. Es una fotografía que trae ante nuestros ojos un evento conmovedor; solo la ciencia podía dar con precisión todos los detalles de una curación demasiado importante como para ser dejada al juicio y a las impresiones del profano.

Su Juventud—Su enfermedad

El padre y la madre de Marie Bailly murieron de tuberculosis pulmonar; uno de sus hermanos murió de la misma enfermedad y otro ha sido declarado también tuberculoso. Cómo podría Marie Bailly escapar de esta influencia hereditaria.

“Desde que tenía trece años”, dijo, “el doctor de nuestra familia, Dr. Terver, me aconsejó vivir en el campo y me prohibió toda labor intelectual. Tenía una tos inquietante, frecuentes hemorragias e interminables problemas bronquiales durante el invierno. A los diecisiete años, en febrero de 1896, enfermé de una doble pleuresía con abundante hemorragia y tuve que ir al hospital St. Joseph para ser operada; mi condición era tan crítica que el Dr. Chabalier se negó a hacer la punción alegando que no sobreviviría a la noche. Me dieron los últimos Sacramentos y la Hermana me puso en el cuello la medalla milagrosa. Contra toda esperanza me encontré mejor por la mañana y los doctores vieron que se podía realizar la operación. Mediante dos punciones consecutivas me extrajeron tres litros de líquido. Permanecí en la cama cinco meses y después de dejar el hospital mejoré lo suficiente como para vivir una vida normal durante dos años”.

“La muerte de mi madre, que se produjo en diciembre de 1898, trajo nuevas contingencias: hinchada de los pies a la cabeza me ahogaba; me llevaron de nuevo al hospital St. Joseph bajo el tratamiento del Dr. Clement. La nota que pusieron en mi cama decía disnea nerviosa; en dos meses me pusieron siete emplastes; tomaba bebidas tranquilizantes y también difosfato de calcio y cacodilato. Como no me recuperaba, el 7 de abril de 1899 me mandaron al hospital Sainte-Foy”.

“El Dr. Roy escribió en su tablilla: tuberculosis pulmonar, laringitis. Se mantuvo dándome arsénico en pastillas y en inyecciones, me dio creosol y probó con una silla reclinable al aire libre. La enfermedad parece que atacó la laringe y perdí la voz. Me aplicaron ácido láctico en las cuerdas vocales. El Dr. Fondet advierte una infiltración en los cartílagos”.

Con la esperanza de mejorar al aire libre, Marie Bailly se dirige en mayo de 1901 a Chabannes, cerca de Le Puy.

Por aquel entonces sintió violentos dolores en el intestino. La tuberculosis parecía esparcir sus estragos en esa zona. Durante todo el verano se encuentra en mal estado advirtiéndose una desmejora general; pierde peso y el apetito. El abdomen aumenta y se vuelve muy sensitivo. El 7 de noviembre de 1901 vuelve al hospital Sainte-Foy. El Dr. Roy diagnostica peritonitis tuberculosa. A principio de diciembre se encontraba en cama y ya no se levantaría de nuevo hasta el 28 de mayo de 1902, en los baños de Lourdes. En junio de 1902 tuvo violentos dolores de cabeza, dureza en el cuello y extremidades y delirio. El Dr. Roy diagnostica meningitis tuberculosa; el pronóstico el parece fatal. Parece que un día incluso firmó un certificado de defunción.

A finales de febrero se recupera de la meningitis, pero la peritonitis mantiene su curso. En marzo el Dr. Roy la envía de nuevo al hospital St. Joseph para ser operada en un último intento para detener el progreso de la peritonitis.

Se puso a Marie Bailly bajo el tratamiento del cirujano del hospital, el Dr. Goulioud. La examina y hace que la ausculten; sus observaciones son registradas por su asistente. Advierte la misma mala condición; el abdomen hinchado, sensible y no hay líquido. En el pulmón un sonido hueco a nivel de la columna y el omóplato derecho; la temperatura muy irregular; no hay presencia de albúmina. El Dr. Goulioud diagnostica peritonitis tuberculosa y en su estado crítico considera que no se debería realizar la operación.

Devuelve a la enferma de nuevo al Dr. Clement. Este hace el mismo diagnosis: peritonitis tuberculosa. Marie Bailly permaneció unos pocos días a su cuidado y fue enviada de nuevo a Sainte-Foy. Se mantiene su desmejora. Su emaciación es extrema, el abdomen muy sensible, y el Dr. Roy la considera condenada. La permite salir hacia Lourdes con un certificado en el que afirma la existencia de peritonitis tuberculosa.

Hasta ahora todo parece justificar el diagnóstico: los antecedentes, la pleuresía, los dolores tuberculosos en el pecho, la meningitis, las declaraciones del Dr. Goulioud y el certificado del Dr. Roy, que la mantuvo dos años y medio en el hospital; el veredicto parece unánime.

La Peregrinación—La Curación

“¿A qué motivo debo atribuir mi viaje a Lourdes? Sin duda a un designio secreto de la Divina Providencia”, así habla Marie Bailly. “Tiempo después de haber dejado de pedir por mi curación, un día en el hospital le oí al doctor decir que tenía tuberculosis. Esto me angustió profundamente; apenas tenía veinte años y era duro comprender que me hallaba condenada. Uno se resigna a la enfermedad y el sufrimiento mientras hay un pequeña luz en el horizonte, pero cuando el futuro se cierra abruptamente lo que queda es la muerte y el sepulcro. Sin embargo, gradualmente me recompuse y ofrecí mi vida como sacrificio esperando el final con sumisión y resignación. No puedo explicar cómo se me ocurrió el deseo de ir a Lourdes. Una noche de marzo, en un momento de amargo sufrimiento, la idea de Lourdes apareció en mi mente. Entendí que allí sería curada. Y a pesar de la oposición de los miembros de mi familia, incluso de las monjas, que se esforzaban para que abandonara la idea porque no sería capaz de soportar el viaje, me inscribí y comencé el peregrinaje. Me llevaron en camilla al tren, donde me tumbé en una colchoneta completamente doblada porque el compartimento del coche era demasiado estrecho para estirarse completamente”.

“El viaje fue muy duro; los dolores intestinales eran horribles. Temí no llegar a Lourdes viva. El médico que permaneció mucho tiempo en mi coche debía estar asombrado al ver cómo me mantenía. Me preguntó si esperaba ser curada, si tenía fe, añadiendo: ‘todos los enfermos la tienen.’
Y pensé que la Virgen Santísima me curaría, pero dije: ‘espero que se dé prisa, porque me voy’. Durante todo el viaje no tomé nada, ni una cucharada de té”.

Sigue a continuación el diario del doctor:

Lunes, 26 de mayo. En el tren. —Chica de veintidós, pálida, demacrada, tendida sobre la espalda, vestida de negro. Su abdomen muy hinchado llama la atención. En la parte derecha hay una protuberancia más marcada, hay una masa más resistente, no hay líquido, sonido débil.

El abdomen, parece, contiene masas endurecidas separadas por una zona más deprimible; es el síntoma de peritonitis en su último estado. Los síntomas, los antecedentes hereditarios y personales, la diagnosis de un cirujano competente como el Dr. Goulioud, me hacen dictaminar que se encuentra afectada con peritonitis tuberculosa. No podría hacer razonablemente otro diagnóstico.

La presión en la parte izquierda del abdomen causa mucho dolor; la respiración es rápida e inconstante; el pulso 120, edema (hidropesía) en las piernas. En ocasiones su cuerpo se agarrota, sin embargo la paciente se mantiene tranquila sin ninguna exaltación mística.

Martes, 27 de mayo. Lourdes. —A las dos la paciente fue llevada del tren al hospital Inmaculada Concepción. Se la acuesta y deja descansar hasta la mañana. El viaje la ha empeorado. Vómitos, dolores mucho más severos, respiración más rápida, pulso 120.

Miércoles, 28. —El descanso no ha ayudado a la paciente. A petición suya se la pone en una camilla y es llevada a la gruta y los baños; no la bañan sino que solo la esponjan el pecho y el abdomen con agua fría. Al volver al hospital a las 10:00 su condición es crítica. Pálida, demacrada y respiración muy rápida. El corazón muy débil, pulsaciones 150 por minuto, el rostro ligeramente azulado. Inyección de cafeína, paños calientes, hielo sobre el abdomen.

28 de mayo, 13:15. —Muy mal estado. La paciente apenas puede responder a las preguntas que se la hacen, delira, abdomen muy doloroso, muy rígido. Pulso irregular, bajo, apenas perceptible, 160; respiración irregular 90 por minuto, rostro demacrado, muy pálido, y ligeramente púrpura. Nariz, oídos y extremidades frías. Justo ahora llega el Dr. Geoffray, de Rive-de-Gier; examina a la paciente, palpa, golpea y ausculta el corazón y los pulmones. Nos dice que se está muriendo. Como no puede tomar nada y quiere volver a la gruta, la llevan hacia allí en una camilla.

13:50. —La paciente se encuentra en los baños, inmóvil, reposando sobre la espalda, la cabeza hacia atrás, descolorida, con un tono púrpura sobre los huesos de las mejillas, respirando muy rápido; la protuberancia del abdomen es perceptible a través de la sábana.

Entra en los baños. Marie Bailly completa ahora el diario del doctor:

“En la situación en la que me encontraba, todo el mundo se asombraba que quisiera ser llevada de nuevo a los baños. Y sin embargo lo pedí, y gracias a la fidelidad de mi enfermera conseguí llegar, seguida por una persona que llevaba mi manto. Los portadores pensaron en rezar en mis últimos momentos. El doctor declaró que moverme adelantaría mi muerte, y que después de unos pocos pasos sería un cadáver”.

“Ya no podía rezar, y sin embargo pensaba en la dulce Virgen, y estaba convencida de que aunque estaba muriéndome mientras me transportaban, volvería curada. Al llegar a la piscina, no me pusieron en el agua sino que solo me esponjaron. Al principio sufrí horriblemente; las mujeres insistieron en parar, siguieron sin embargo, porque les dije que continuaran. Entonces le dije interiormente a Nuestra Señora de Lourdes: ‘Si lo deseas, puedes curarme con las abluciones igual que con el baño.’”

La esponjaron de nuevo sobre la camilla. Temen moverla; cuando el agua la toca experimenta unos dolores sin precedentes, entonces de pronto se calma. “Estoy curada,” dijo. “Está perdiendo el juicio”, interpuso la enfermera. Mientras tanto las mejillas recuperan el color, su aspecto recupera vitalidad, y mientras la llevan de los baños reza el Magnificat.

14:20.—Seguimos aquí el relato del doctor: Después de dejar la piscina la llevan delante de la gruta y colocan la camilla en el suelo; todavía hay poca gente; las ceremonias religiosas todavía no han comenzado. La chica enferma se encuentra a la luz del día; es fácil examinarla

De 14:30 a 14:40.—La respiración se relaja y se vuelve más regular. El aspecto del rostro está cambiando; una ligera tonalidad rosácea se está extendiendo sobre el rostro. Parece sentirse mejor y sonríe a la enfermera que está inclinada sobre ella.

14:55.—El perfil del cuerpo visible bajo la sábana está cambiando, y la protuberancia del abdomen está disminuyendo. Se hace evidente una mejoría general.

15:10.—Las manos, las orejas y la nariz están calientes. La respiración se ha relajado a 40 por minuto. El corazón late más fuerte, más regular, pero rápido a 140. Nos dice que se encuentra mejor. La hacen tomar algo más de leche, y ya no hay vómitos.

15:20.—Se incorpora y mira alrededor. La sábana se ha hundido sobre el abdomen. Las extremidades se mueven y gira el cuerpo hacia la parte derecha. El rostro se muestra relajado y sonrosado.

15:45.—Llevan la camilla cerca de la Iglesia del Santo Rosario.

16:15.—La mejora es sorprendente. La respiración normal y el rostro sonrosado. Nos dice que se encuentra bastante bien y que incluso podría levantarse. Todo el mundo puede advertir el cambio que se ha producido. La llevan a la Oficina de Constataciones sobre una colchoneta en una pequeña carreta. Las declaraciones del doctor se inscriben en nuestros registros. Nuestro informe coincide con las impresiones de nuestros colegas.

19:30.—Examinada en el hospital. El aspecto general es excelente; el rostro está emaciado, pero sereno y sonrosado; la respiración es muy regular. La pared del abdomen tiene ahora la consistencia blanda, elástica y atenuada de una joven sana y delgada de unos veinte años. La delgada pared permite una fácil exploración de los órganos; la aorta pulsa bajo el dedo; más abajo en la parte derecha hay una masa rígida que llega hasta las caderas. Entre las manos se puede sentir una dureza no dolorosa, tan grade como el antebrazo, adherida sólidamente a la pared trasera del abdomen. El quiste no se mueve con los movimientos de la respiración.

20:00.—La mejora continúa; la voz es más fuerte, la respiración 30, el pulso 100, regular y fuerte.

29 de mayo, 6:30.—La condición general es perfecta. Se levanta y come; la respiración 18, el pulso 88, el abdomen absolutamente normal. La masa rígida que se advertía ayer en la región de las caderas casi ha desaparecido. Permanece un pequeño quiste que no es doloroso, interior, muy rígido

Viernes, 30 de mayo.—La paciente se ha vestido y pasea. Puede subir escaleras. Está recuperando rápidamente las fuerzas. Casi sin ayuda se sube a los coches y puede viajar veinticuatro horas sentada en el asiento de un compartimento de tercera clase. Está muy tranquila; ninguna excitación mística; intenta esconderse de la vista de la gente que la rodea. Vuelve al hospital de Sainte-Foy.

Después de la Curación

Miércoles, 4 de junio.—Marie Bailly tiene el aspecto de una chica sana; buen apetito; rápido incremente de peso, casi medio kilo. Abdomen completamente flexible; todos los quistes han desaparecido.

No hay señal de histeria; no hay disminución del campo visual; ningún problema intelectual. En el curso de su enfermedad tampoco se habían producido síntomas de histeria, crisis nerviosas, depresión, excitación. Carácter dulce y tranquilo.

27 de junio.—En las dos últimas semanas se ha producido un aumento de peso de 5.5 Kg; la salud es perfecta.

Julio.—Durante la segunda semana de julio ya no hay hinchazón en las extremidades. La chica enferma está completamente curada. Gana un kilo a la semana. La condición general es perfecta. Es modesta, serena, brillante, de memoria muy clara; solo habla de su curación cuando se la pregunta; no se hace la santa.

8 de agosto.—Abandona el hospital. Es aceptada como novicia en las Hermanas de San Vicente de Paul. Desde ese día los doctores tomaron dos o tres veces muestras de sangre para hacer un sero-diagnosis de tuberculosis. Ha dado positivo, lo que confirma que Marie Bailly tenía tuberculosis.

Debe considerarse completamente curada. Es difícil de concebir lo que era esa chica el 28 de mayo a las 14:00. Era un cadáver transportado a la piscina. Durante varios años la gente había visto la evolución de su tuberculosis en los pulmones, el cerebro y el peritoneo. No era una tuberculosis accidental, sino hereditaria; su padre y madre habían muerto de esa enfermedad. Desde que tenía trece años había estado luchando contra el alcance de ese feroz destructor. Su sistema estaba destruido; toda su energía se había consumido; se estaba muriendo. Los doctores que se encontraban en Lourdes por entonces han inscrito gustosamente sus impresiones en nuestros registros. Leemos en el informe:

28 de mayo, 19:00.—Estamos profundamente admirados de contemplar a la chica que se encontraba tan enferma esta mañana sentada en la cama, charlando con las enfermeras, sonriendo y respondiendo a las preguntas, y ver cómo ha desaparecido completamente el hinchazón del abdomen. Los quistes que la angustiaban se disolvieron ante nuestros ojos; la respiración y el corazón recuperaron su normalidad. Es una curación instantánea, maravillosa, una verdadera resurrección.

El Dr. Geoffray, de Rive de Gier, añade de su propia mano:

“Este informe médico que firmo es la pura verdad; una aflicción tan seria nunca se ha curado en unas pocas horas como ha ocurrido aquí”.

Dr. Geoffray.

Lourdes, 29 de mayo de 1902.

En la mañana de su curación tomó su primer baño en acción de gracias. Desde ese día tuvo que ser protegida por una doble guardia de camilleros y llevada a una habitación aparte del hospital. La multitud se agolpaba alrededor suyo y la seguían por todos lados con entusiastas aclamaciones.

Marie Bailly en el Noviciado de las Hermanas de San Vicente de Paul

Marie Bailly ha estado en el noviciado de Rue du Bac, Paris, desde noviembre de 1902. La vimos allí a mitad de febrero. Nunca hubiéramos reconocido a nuestra paciente del peregrinaje de Lyons. Después de dejar Lourdes estaba curada, pero todavía estaba pálida, débil y vacilante. Tenía en su semblante la huella de su largo sufrimiento. En París encontré una chica completamente transformada. Había ganado 16 Kg; de 36 Kg había aumentado hasta los 52 Kg. Todo en su aspecto y su rostro transpiraban vida y salud. En sus ojos se podía leer el brillo de su alma, después de que el noviciado haya añadido ese toque de perfección que es obra de la gracia. Con una voz muy dulce nos dio respuestas pausadas pero claras, tratando de vencer su timidez aguardaba mis preguntas.

La historia de su vida se resume en una palabra: sufrimiento. Había estado enferma desde los trece años. Es sin duda el sufrimiento la que la hizo merecedora de la gracia excepcional con la que ha sido favorecida. Educada a la sombra de Nuestra Señora de Fourvieres, tenía una gran devoción a la Virgen Santísima y el Memorare era su oración predilecta.

Se pregunta cómo el pensamiento de Lourdes vino a su mente. Siempre fue a Nuestra Señora de Fourvieres a la que dirigía sus oraciones y súplicas. A los diecisiete entró en el hospital; su condición parecía tan mala que los doctores se negaron a operarla; se le puso la medalla milagrosa en el cuello. Al día siguiente se encontraba mejor, la operación fue un éxito. La primera crisis había terminado.

Más tarde el agua de Lourdes detuvo el curso de la meningitis tuberculosa, con consecuencias que parecían fatales. Todavía más tarde, durante una noche horrible de sufrimiento, la idea de Lourdes vino a su mente; y a pesar de la oposición de la familia y de su entorno, esta chica hasta entonces tan sumisa y resignada demostró una sorprendente fuerza de voluntad. Se inscribió por su cuenta entre los peregrinos y partió junto con los enfermos de Lyons.

Fue curada en Lourdes, y la idea de una vocación religiosa vino y maduró en su mente. Se sintió llamada a las Hermanas de San Vicente de Paul, a la casa donde se había aparecido la Virgen Santísima. Se convirtió en un vivo testigo de las manifestaciones sobrenaturales que habían llenado el último siglo; todos los sucesivos episodios de ese poema divino estaban marcados en su curación, de la medalla milagrosa al baño de Lourdes; su vocación la llamó a la Capilla de Rue du Bac; la Virgen Inmaculada parecía sellar con ella el doble signo de sus apariciones.

Al preguntarla si deseaba volver a visitar Lourdes, me respondió: “Sí, pero no pudo dejar el noviciado”. Sin embargo, esa palabra, Lourdes, despertó en ella una emoción que apenas podía disimular; no recordaba más que la gruta; no vio nada más.

En el noviciado no tiene ninguna consideración especial. Las otras novicias no son conscientes de que haya recibido semejante favor, nada la distingue de sus otras compañeras, y su mayor deseo es ser olvidada. Por el sufrimiento que llenó su vida, por su amor a la humildad, y por su deseo de permanecer oculta, continúa la personificación de las Bernadettes que nuestra Señora se complace en reproducir, haciendo que algunos rasgos de esa fiel intérprete de ella vivan de nuevo en algunas almas elegidas.

LDVM
The Work of Lourdes, Dr. Boissarie
Publicado por Iñaki Gonzalo | Agosto de 2014
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