Lourdes • Fátima • Guadalupe • Sábana Santa • Librería
MILAGROS DE LOURDES
SÁBANA SANTA
OTROS SANTUARIOS
VIRGEN DE GUADALUPE
MEDIA
LIBRERÍA

Milagros de Lourdes / Escenas evangélicas

Por Dr. Boissarie

El 22 de agosto de 1888, a las cuatro de la tarde, cuando el Santísimo Sacramento salía de la basílica, las invocaciones comenzaron con un entusiasmo indescriptible. A una distancia de diecinueve siglos estábamos presenciando escenas evangélicas. Como en el día de su entrada gloriosa en Jerusalén, miles de espectadores gritaban: “¡Hosanna al Hijo de David!”. Cerca de los baños el entusiasmo alcanzó su cenit. Cinco o seis mil personas con los brazos extendidos aclamaban: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Se había llevado a cientos de enfermos en sus camillas. Dos de ellos se levantaron y caminaron detrás de su Divino Maestro. Hizo falta toda la energía de los voluntarios para evitar que la multitud los aplastara en su delirio. Varios enfermos más recuperaron de inmediato las fuerzas y dejando sus camillas vinieron a rezar junto a sus hermanos.

Los aplausos y el entusiasmo acompañaban aquellos prodigios. Con gran dificultad se pudo llevar al Santísimo Sacramento a través de las apretadas filas de la multitud. Miles de fieles hablaban con Jesús como si le vieran en carne y hueso en medio de ellos. ¡Quién podría contar el número de resurrecciones espirituales, todavía más hermosas que las resurrecciones del cuerpo! Una señora protestante, impactada de ese entusiasmo, hizo su abjuración allí mismo.

Cada año se repiten las mismas manifestaciones con las mismas multitudes y entusiasmo. Todos recordamos la procesión de la peregrinación del jubileo nacional en 1897. Todas nuestras sociedades estaban representadas: los hospitalarios de la Salvación, los hospitalarios de Lourdes y todas nuestras órdenes religiosas. Mil quinientos sacerdotes con sobrepelliz caminaban delante de doscientas cincuenta personas favorecidas por los milagros, que pasaban por delante de nosotros como una visión del cielo: tuberculosos arrebatados del borde de la tumba, paralíticos, ciegos, sordos y mudos, e incurables de todo tipo; todo tipo de enfermos, a quienes Dios había venido a curar o consolar; y en la explanada de la Iglesia del Santo Rosario, dos mil enfermos, sentados o tumbados, formando una doble fila a lo largo del trayecto del Santísimo Sacramento. Después de la bendición, quince o veinte de los heridos se levantaron y fueron ovacionados por una multitud de treinta a cuarenta mil personas. Nunca habíamos presenciado un espectáculo tan incomparable. Estábamos tocando el límite de la emoción humana; más allá, ya no estamos en la tierra.

El 1 de septiembre de 1904, durante la peregrinación del Norte, pasaron delante de nosotros de mil seiscientas a dos mil jóvenes pertenecientes a la cofradía de la Santísima Virgen, vestidas con largos velos de color blanco y cintas azules. ¡Qué esplendor añadió a la belleza de la procesión! Para aclamar junto a la multitud al Dios de nuestros altares, esas dos mil jóvenes adornaban la doble fila de escaleras de la Iglesia del Rosario como una inmensa corona azul y blanco. La vista era encantadora.

* * *

Nuestro Dios Eucarístico vino del tabernáculo para mezclarse con sus criaturas. Tenemos aquí un contacto más íntimo, más directo: todavía era Lourdes, con sus multitudes y su entusiasmo, pero era Lourdes hablando con su Dios, que parecía más accesible bajo la mirada de su Madre. Había en aquellas inmensas multitudes, en esos estallidos espontáneos, del cual no hay paralelo en la tierra, el cuadro al mejor homenaje que el hombre puede rendir al Santísimo Sacramento.

* * *

La devoción a la Virgen Inmaculada está íntimamente ligada a la adoración del Santísimo Sacramento; el quincuagésimo aniversario de la Inmaculada Concepción coincide con el vigésimo quinto aniversario de los Congresos Eucarísticos.

¿Quién ha organizado entonces estas armonías divinas? Es la Virgen de Lourdes, que durante los últimos cincuenta años ha estado llamando a las multitudes a la gruta para conducirlas a su Divino Hijo. Ya no es solo en los baños, sino también en las procesiones, a plena luz del día y bajo los ojos de miles de testigos donde se realizan las curaciones; aquí está el milagro pedido por los incrédulos en el lugar y hora determinados. Se han retirado todos los velos.

El siglo XIX ha sido el siglo de la Inmaculada Concepción; saludamos en los albores del siglo XX el reinado del Sagrado Corazón y el triunfo de la Sagrada Eucaristía. De aquí en adelante las aclamaciones al paso de nuestras procesiones nunca serán interrumpidas, y estas manifestaciones marcarán una nueva era en los anales Eucarísticos.

Lourdes ha tenido el privilegio de enseñarnos lecciones sublimes; y es el mismo Dios el que nos ha mostrado mediante las maravillas más majestuosas cómo quería ser glorificado.

LDVM
The Work of Lourdes, Dr. Boissarie
Publicado por Iñaki Gonzalo | Agosto de 2014
OTRAS PÁGINAS