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El rostro de la Virgen de Guadalupe

Por Iñaki Gonzalo

Entre los años 1926 y 1931 el rostro de la Virgen de Guadalupe fue retocado. Esto es un hecho realmente desgraciado, ya que la evidencia de que la imagen tiene un origen sobrenatural es muy grande y, por tanto, no debería haber sido tocada por mano humana.

El P. José de Jesús Aguilar Valdés comenta sobre esto: “Lamentablemente, pudimos ver que en el siglo pasado un pintor intentó restaurar partes dañadas por los tres años en que estuvo enrollada (debido a la persecución religiosa) y le hizo algunos repintes en el rostro, que inmediatamente se ve que no son parte del original y que afortunadamente se están desprendiendo”.

Pero lejos de confirmar a los escépticos y detractores de la Virgen de Guadalupe, las zonas afectadas por los repintes aparecen afeadas, con colores que se han degradado y oscurecido, mientras que los colores de la imagen original permanecen inalterados desde hace más de 400 años. Además, la imagen está realizada aprovechando las manchas e irregularidades de la tilma de Juan Diego, dando la apariencia de que está impresa en la tela más que pintada. En el apartado “La técnica de la imagen” veremos más detalles.

El hecho de estos retoques no es ningún secreto, pero es muy poco conocido por el público en general. Para evidenciar la gran belleza del rostro original, se incluye en esta página una colección de fotografías tomadas antes de que se realizara esta modificación. Han sido obtenidas del libro “El verdadero y extraordinario rostro de la Virgen de Guadalupe”, del Sr. Rodrigo Franyutti. Se puede clicar sobre las imágenes para verlas en mayor resolución.

Fotografía de Manuel Ramos, mayo de 1923

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Fotografía del rostro de la Virgen realizada por Manuel Ramos en mayo de 1923, pocos años antes de su modificación. Nos muestra un rostro muy joven, pudiéndose distinguir claramente la textura del ayate y los cabellos de la Virgen. Vemos también que la piel presenta un tono más claro que el rostro actual, oscurecido debido a los retoques de pintura y la degradación de esta con el paso de los años.

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La misma fotografía de Manuel Ramos de mayo de 1923 coloreada a partir de una imagen actual.

Fotografía de Manuel Ramos, 1926

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Fotografía tomada en 1885

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Fotografía tomada de lejos en 1885, el original incluye también el marco de oro y plata que enmarcaba la imagen.

Pintura anterior a la modificación

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Pintura de gran belleza que un autor desconocido realizó a partir del rostro original.

Fotografía de Manuel Ramos, noviembre de 1923

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Fotografía de Manuel Ramos de noviembre de 1923, con el marco y el sello oficial.

Las fotografías oficiales de 1923 y 1931

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Las dos fotografías oficiales de 1923 y 1931 muestran la modificación realizada en el rostro de la Virgen entre estos dos años. Sobre estas modificaciones, escribe el P. José Luis de Urrutia:

La imagen ha sido retocada en varias ocasiones. Basta comparar fotografías de gran calidad que se le hicieron en 1923, con otras encargadas por la autoridad eclesiástica en 1930: ha sido modificado el rostro, el de 1923 era más claro; lo han afeado añadiéndole una papada, sombreando los ojos, que así parecen desorbitados; alargando la nariz, pintando de rojo los labios, ahora grande y desproporcionados, oscureciendo el cabello, y dejándole como tieso, alisando el perfil del rostro, que ha perdido su exquisito contorno.

En 1926, a causa de la terrible persecución religiosa, los obispos decidieron cerrar todos los templos el 1 de agosto, excepto el de Guadalupe, pero la imagen auténtica el 31 de julio fue sustituida en secreto por una copia hasta junio de 1929. La familia Murguía la guardó. ¿Quién, cuándo y por qué la retocó?

Ya había sido también retocada otras veces. Según descripciones anteriores a 1838, y en la copia que ese año sacó el pintor J. Corral para el ayuntamiento de S. Luis de Potosí, cubría la cabeza de la Virgen una corona de diez rayos o puntas de oro, la cual en 1883, cuando el P. Gonzalo Carrasco, hizo una nueva copia, había desaparecido por completo.

Otro jesuíta, el P. Francisco de Florencia, en el libro “La estrella del Norte de México” (1668), dice: «Pareció a los que cuidaban de su culto, que sería bien adornarla de querubines, alrededor de los rayos de sol... Así se ejecutó, pero en breve tiempo se desfiguró todo lo sobrepuesto..., de suerte que se vieron obligados a borrarlo..., por esto parece que de algunas partes alrededor de la imagen, están saltados los colores».

Es extraño y curioso ese afán de mejorar la imagen de la Virgen enmendando la plana al pintor sobrenatural, teniendo además en cuenta que el color original se conservaba perfectamente. Tal vez se pretendió cubrir la suciedad lateral dejada por miles de manos que la tocaron.

La técnica de la imagen

Las imágenes muestran un detalle del ojo izquierdo de la Virgen. El Sr. Rodrigo Franyutti muestra cómo el autor sobrenatural utilizó tres hilos gruesos de la tilma para formar el ojo y darle relieve.

Escribe el P. José Luis de Urrutia: «Ningún pintor hubiera escogido para pintar un cuadro con semejante tejido, más parecido a tela de saco que a un lienzo. Además la tilma estaba hecha de dos pedazos, con costura en el medio (que no afecta al rostro de la Virgen por estar inclinado hacia su derecha). Pero lo notable, otro de los fenómenos inexplicables, es que el artífice ha sido capaz de aprovechar todas las imperfeciones del tejido como elemento pictórico».

El Sr. Rodrigo Franyutti, dice en su estudio: «Para dar luminosidad y volumen a un rostro por lo menos hay que utilizar dos colores, uno claro y otro oscuro para las sombras. Pero en el rostro de la Virgen no hay una sola sombra pintada. Las cejas, el borde de la nariz, la boca y los ojos no son otra cosa que la misma tela, carentes de todo color superpuesto con todas sus manchas e irregularidades, pero utilizadas con tal maestría que parecen perfiles extremadamente bien dibujados; todos los rasgos no son más que aberturas de la tela, manchas e hilos gruesos. Por ejemplo, el perfil que forma la nariz no es sino la misma tela que termina en un hilo grueso en lo que es la punta de la nariz. Esos rasgos denotan una técnica superior a la humana, ya que la forma con que han sido utilizadas las imperfecciones de la tela no tiene explicación lógica: de lo burdo se obtuvo efectos delicados y de las manchas, hoyos e hilos gruesos del ayate, unos rasgos finísimos, sin haber puesto un gramo de pintura sobre ellos».

A su vez, el informe Smith-Callagan afirma: «Una de las maravillosas e inexplicables técnicas empleadas para dar realismo a la pintura, radica en la forma como se aprovecha la tilma, no preparada (con ausencia de plaste o empaste), para dar al rostro una profundidad y apariencia de vida. Esto es evidente, sobre todo en la boca, donde un fallo de un hilo del ayate sobresale del plano de este y sigue a la perfección el borde superior del labio. Otras burdas imperfecciones del mismo tipo se manifiestan bajo el área clara de la mejilla izquierda y de la derecha y debajo del ojo derecho. Considero imposible que cualquier pintor humano hubiera escogido una tilma con fallos en su tejido y situados de tal forma que acentuaran las luces y las sombras para dar un realismo semejante. ¡La posibilidad de una coincidencia [tan múltiple] es mucho más que inconcebible!

Lo verdaderamente extraordinario del rostro y de las manos es su calidad de tono, que es un efecto físico de la luz reflejada, tanto por la tosca tilma como por la pintura misma. Es un hecho indiscutible que si la imagen se mira de cerca queda uno decepcionado por lo que al relieve y al colorido del rostro se refiere. Pero contemplándolo desde unos dos metros parece como si el gris y el aparentemente aglutinado pigmento blanco del rostro y manos, se combinasen con la superficie para “recoger” la luz y refractar hacia lo lejos el tono oliva del cutis. Al alejarse brota como por encanto la abrumadora belleza de la Señora. Es la cara de tal belleza [incluso a pesar de los retoques] y de ejecución tan singular, que resulta inexplicable para el estado actual de la ciencia».

Verificando la fotografía de 1923

Si comparamos la fotografía de Manuel Ramos de 1923 (izquierda) con otra más reciente posterior a la modificación (derecha) podemos verificar fácilmente que las dos se han tomado de la misma imagen: la trama de los hilos del ayate es la misma en ambas fotografías. Esto se puede apreciar muy claramente en las celdas 1 y 2 de la rejilla amarilla (clicar en la imagen para verla con mayor resolución).

En la fotografía posterior a la modificación se advierte cómo intentaron suavizar las imperfecciones del ayate en donde la Virgen situó el contorno de la nariz. Desgraciadamente, todos estos retoques no solo han afeado la imagen, sino que hacen más difícil reparar en cómo la Virgen elaboró su rostro haciendo uso de todas las imperfecciones y manchas de la tela para darle forma y relieve.

Sobre esta parte de la imagen, escribe el Sr. Rodrigo Franyutti:
«Toda la punta de la nariz está levantada sobre el plano de la tilma, porque los hilos gruesos de la misma se usaron para formar ese perfil. Eso levantó la punta de la nariz por encima de las mejillas y la boca, convirtiéndola en un elemento tridimentionsal en el rostro.
Lo mismo sucede con los ojos. Véase cómo el párpado inferior está levantado sobre la mejilla gracias a que se usó un hilo grueso para formarlo. De igual manera, el iris se levanta de manera tridimensional».

Los ojos de la Virgen de Guadalupe

(Actualización de enero de 2024)

Hemos incorporado a la web una página dedicada a los ojos de la Virgen de Guadalupe. En ella incluimos los informes más relevantes de los doctores y oftalmólogos que han examinado los ojos, acompañados de algunas imágenes en alta resolución. Pueden acceder a esta información en el siguiente enlace: “Los ojos de la Virgen de Guadalupe”

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Publicado por Iñaki Gonzalo | Diciembre de 2018
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